Que te cuento que se fue, así, dejándome la última palabra
en la boca. Una puteada enorme, llena de rencor y hastío. Que se vaya al
carajo. Pero el muy forro estaba esperando a verme levantar la cabeza.
Valorándolo. Buscando renacer el amor después de tantos años, y resbalar al
borde de lo que para vos era la
felicidad. Pero estos puentes malditos que nunca se sostienen de un lado solo.
Vacíos de magia. Vulgares amores que se vuelcan a la gravedad mediocre. Y caen.
Y suena a hueco.
Si vas a vomitar despecho siempre te acusan de víctima. De
enorme jodida. Sos la piedra. El ancla de su vida insoportable. Porque algo así
dijo mientras tratabas de explicarle que la desocupación, que la crisis en
Europa, que en el trabajo no le pagaron pero lo entendés porque a vos tampoco.
Que juntos es más fácil.
Estoy harto, dijo.
Claro, yo también.
Pero es un lujo que no puedo darme. Hay que bancar porque es
preciso. Es preciso creer en la historia, en el futuro, en la necesidad humana
de terminar con el dolor, con el hambre, con la miseria del alma. Hay que
bancar o rajarse un tiro. La vida es tan breve y tiene tanto sol, mi vida. Este
sol que cae tibio en mi frente por la rendija de la puerta que dejaste a medio
cerrar
2 comentarios:
Esto tiene una fuerza que hace tener que leer dos y tres veces para asimilar tanto en tan pocas líneas.
Tenía tiempo sin leerte, ha sido un placer.
Saludos.
Gracias. Si, es cierto. Tiene la fuerza del abandono. Y de la impostura ante la vida.
Gracias nuevamente
Un abrazo
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