sábado, 2 de noviembre de 2013

Que te cuento

Que te cuento que se fue, así, dejándome la última palabra en la boca. Una puteada enorme, llena de rencor y hastío. Que se vaya al carajo. Pero el muy forro estaba esperando a verme levantar la cabeza. Valorándolo. Buscando renacer el amor después de tantos años, y resbalar al borde de lo que para vos era  la felicidad. Pero estos puentes malditos que nunca se sostienen de un lado solo. Vacíos de magia. Vulgares amores que se vuelcan a la gravedad mediocre. Y caen. Y suena a hueco.
Si vas a vomitar despecho siempre te acusan de víctima. De enorme jodida. Sos la piedra. El ancla de su vida insoportable. Porque algo así dijo mientras tratabas de explicarle que la desocupación, que la crisis en Europa, que en el trabajo no le pagaron pero lo entendés porque a vos tampoco. Que juntos es más fácil.
Estoy harto, dijo.
Claro, yo también.

Pero es un lujo que no puedo darme. Hay que bancar porque es preciso. Es preciso creer en la historia, en el futuro, en la necesidad humana de terminar con el dolor, con el hambre, con la miseria del alma. Hay que bancar o rajarse un tiro. La vida es tan breve y tiene tanto sol, mi vida. Este sol que cae tibio en mi frente por la rendija de la puerta que dejaste a medio cerrar 

2 comentarios:

taty dijo...

Esto tiene una fuerza que hace tener que leer dos y tres veces para asimilar tanto en tan pocas líneas.

Tenía tiempo sin leerte, ha sido un placer.

Saludos.

María Negro dijo...

Gracias. Si, es cierto. Tiene la fuerza del abandono. Y de la impostura ante la vida.
Gracias nuevamente

Un abrazo