viernes, 8 de mayo de 2009

La patada en el culo II

- Te doy $50 si me chupas la pija.
- Andá a la puta que te parió.
- Mirá que ese costado del bolso no te cierra. Sentís? Se largó a llover. A dónde querés ir si no tenés ni para el bondi? Dale, tonta, te doy $50 pesos y me chupás la pija un ratito. Mirá que te valorizo. Cincuenta pesos!
- Basta, sos un hijo de puta. Ocho años chupandote la pija para qué? Para que te garches a esa negra de mierda EN MI CASA! Hijo...Hijo de puta...Hijo de puta...
- Que tonta que sos, no ves que estoy aca con vos? Quién se quedó con el premio? Dale, gordita. Así, mirá como tenés el pelo. Quedate acá si llueve un montón y no tenés un mango. Vení. Acá. Dame la mano. Eso. Mirá, viste? Esto me pasa porque estas cerca. Mirá cómo me ponés. Dejame la manito acá. Hum. No llores más, nena tonta. Quedate tranquilita.
- Dejame. Tengo que terminar el bolso y necesito las dos manos, idiota. Salí. Salí. Ya está. Bueno...mirá...no importa...no me importa que llores... lo hubieras pensado antes... salí...salí hijo de puta, salí... soltá... la puta madre... qué vas a hacer?... salí... no...no... por favor...no...

La patada en el culo III

Cuándo una se pone grandecita, nada mejor que pasarse algún adolescente con ganas, garras, Actimel y Danonino. Ese es el mejor viagra femenino, sin contar con que ya superamos varios mambos y nuestro culito es un guerrero de armas tomar.
El sobrinito de mi cuñado estaba para comerlo con cuchillo y tenedor. Ay, pendejo grandote, tocaba la guitarra y las nenas se morían. Bien facherito.
Una noche de diosa divorciada en plena cacería, le insistí a mi cuñado que lo invite al nene a cenar. Nene que después de varias cervecitas estaba listo para que esta mamita se lo lleve a la cama y le haga chas chas por borrachito.
Le pedí que me acompañara a tomar aire y en cuanto nos quedamos solos empezó el moquerío. Una novia con la que se había peleado en esos días y bla, bla, bla de todo lo que no me importaba. Cuándo estaba por largarse a llorar decidí cambiar de tema rápidamente pero antes nana nana colita de rana seguro es algo pasajero, ya se van a arreglar pero vos mientras tanto tenés que aprovechar la vida y... Se abalanzó sobre mi dándome un fuerte abrazo. “Gracias, ya mismo voy a llamarla. Te quiero mucho, sos como una mamá para mi”
Se fue y me prendí un cigarrillo.
Tengo que dejar de fumar.

La patada en el culo IV

Cuándo desperté supe que ese era el día: teníamos que divorciarnos.
Ya la podía sentir en la cocina. Crispada, preparando mates, escuchando el noticiero antes de llevar los chicos a la escuela.
Me bañé y afeite despacio. Los ruidos en la cocina eran cada vez más fuertes y ya no la soportaba más. Debía estar furiosa o indispuesta, es casi lo mismo.
Mientras salia del baño para desayunar la observaba moverse por la cocina con una furia automática. Un desprecio matinal que acompañaba mate a mate.
Busqué las llaves del auto y me acerqué a la puerta.
- Quiero el divorcio
El mate se le cayo de la mano. Por un segundo tuve miedo. Comenzó a llorar en silencio. Se acercaba despacio y vi como las lágrimas le brotaban sin ningún esfuerzo. Enmudecí, conmovido y arrepentido.
Cuándo estuvo a mi lado, acarició mi mejilla con una ternura lejana, casi olvidada. Cerré los ojos.
De un golpe seco su rodilla se estrelló contra mis genitales.
-Soy demasiado fuerte para que me rompas el corazón
Fue lo último que dijo antes de irse para no volver.

La patada en el culo V

Ni sé cuántos meses lo pensé. Leía y releía tu carta. “Te amo” “Sos la mujer de mi vida” Cada palabra se mezclaba con algún recuerdo y comenzaba a sonar sincera.

Y si era cierto?

Y si me querías para siempre, si todo había sido un error, si podíamos perdonarnos sinceramente?

Dudé mucho antes de llamarte pero el bar de siempre me pareció el mejor lugar. El único problema era que ninguno de los dos teníamos ni para el café así que fuimos hasta la plaza y el lugar que nos resultó más privado era frente al árbol dónde hacía tantos años te había declarado mi amor por primera vez.

El destino era azaroso y te sentaste a oirme.

Te elegí de nuevo. Te valoricé por encima de todos los errores. Te perdoné. Nos perdoné.

Sentía la emoción en el aire. Busqué el momento justo.

- Te amo

- Yo no

Seguí sentada porque no podía moverme. Te fuiste rápido pero no lo suficiente como para no dejarme ver que sonreías.

La patada en el culo VI

Mirándote de espaldas me deslumbraba esa forma casi etérea de girar que tenías. Con los pies apenas apoyados en el piso estabas hermosa y no era justo seguir mintiéndote.
Encontré esmeradamente las palabras justas para no hacerte daño. Y aunque llorabas sin remedio no podía seguir mintiéndote mientras estabas tan hermosa.
Entre hipos y abrazos me pediste un último beso. Sinceramente, me sorprendiste. Uno espera una escena de espanto o un sopapo. Además la idea del “último” beso me resultaba terrible. Lo “último” y después la nada, media vuelta y a caminar más aliviado, menos comprometido con vos, más libre de nuevo y vos tan triste, tan destrozada, tan sola con tu último beso que aferrarías a tu boca como un aliciente que sólo es un castigo.
Te acercaste temblando. Te abracé y mi boca buscó la tuya como un camino conocido para cumplir tu deseo.


El dolor y la sangre se sintieron al mismo tiempo. La mordida feróz. El jarrón en mi cabeza.
- La renguera del perro, querido, si la hubieras visto mejor no estarías tan jodido.

La patada en el culo VII

Después de la tercer cerveza siempre nos daba por cantar tangos y darnos besos. Nos queríamos tan de mentira que terminábamos llorando por tu mujer o mi marido. Porque no estaban. Porque se iban. Por esas camas enormes dónde del otro lado de un desierto dormía alguien que nos había conmovido.

Borrachos, blasfemando contra la moral y las buenas costumbres, emprendíamos sin remedio el camino de la sinceridad: Nos sentíamos dos cretinos.

Suspiré hondo y sospeché que comenzaba a explorar un límite.

- Mejor te vas a tu casa. Te estarán esperando.

Bajaste la cabeza y la tristeza se te escapó de los ojos. Con un poco más de silencio hubiéramos oído como algo se quebraba. Me miraste de costado.

- Yo puedo, perfectamente olvidarme de vos, querida. Es más, puedo fingir que nunca me importaste, sabés?

- Confío en eso.

Te sonreíste un poco. Me fui rápido, casi corriendo. No porque fuera tan importante que no me vieras llorar sino que ya salía el último tren y hacia frío para seguir llegando tan tarde a casa. Mucho más frío.