Cuándo desperté supe que ese era el día: teníamos que divorciarnos.
Ya la podía sentir en la cocina. Crispada, preparando mates, escuchando el noticiero antes de llevar los chicos a la escuela.
Me bañé y afeite despacio. Los ruidos en la cocina eran cada vez más fuertes y ya no la soportaba más. Debía estar furiosa o indispuesta, es casi lo mismo.
Mientras salia del baño para desayunar la observaba moverse por la cocina con una furia automática. Un desprecio matinal que acompañaba mate a mate.
Busqué las llaves del auto y me acerqué a la puerta.
- Quiero el divorcio
El mate se le cayo de la mano. Por un segundo tuve miedo. Comenzó a llorar en silencio. Se acercaba despacio y vi como las lágrimas le brotaban sin ningún esfuerzo. Enmudecí, conmovido y arrepentido.
Cuándo estuvo a mi lado, acarició mi mejilla con una ternura lejana, casi olvidada. Cerré los ojos.
De un golpe seco su rodilla se estrelló contra mis genitales.
-Soy demasiado fuerte para que me rompas el corazón
Fue lo último que dijo antes de irse para no volver.
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