Hay intentos de consuelo
que solo multiplican el dolor
como un caleidoscopio fatal.
Y uno se acaricia lo flojito,
se suena los mocos.
Observa multiplicada
la mirada
que es todo el mar
convulso y majestuoso.
Vacía los pulmones
con deseos exorcistas.
Aburridos de beber
duendes y lucecitas.
Laten los espejos que uno mira.
Laten despacio,
preocupados por mostrar cabalmente
el movimiento.
Uno mismo, todo el tiempo
observador aútomata
para que; al fín, se comprenda todo.
Hasta el porqué de pronto
nos arrasa dulcemente
el perfume del fuego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario