Para tener una bici, todos sabemos, hacen falta solo dos cosas. Por un lado, un lápiz con punta y por el otro, un papel preferentemente blanco y con renglones que faciliten la lecto escritura.
Munidos de los elementos descriptos procederemos a escribirle a Papá Noel expresando, palabra más palabra menos, lo siguiente:
Querido Papá Noel:
Quiero una bici
Este deseo puesto en palabras, tal vez imperativo pero contundente, al que llamaremos carta suele quedar colocado en la mesa, como un ala rota o una hojita de sauce muerta. Ese es, creo yo, el mayor problema.
Usted debe tomarla en sus manos, como se alzan las aves heridas. Esto es muy, muy importante. Sus manos son poderosas. No requiere de mística alguna. Millones de estrellas han formado su mano derecha y otro tanto hizo falta para crear su mano izquierda. Concéntrese, entonces. Invoque esa energía sideral que Usted contiene. Venza la boba timidez que lo separa del Universo.
Allí, apretada en sus manos, debe temblar la carta.
Debe temblar la tierra.
Debe temblar el cielo.
Y las bicis, es sabido, tarde o temprano aparecen. Las escuelas se llenan de mariposas. Los niños pedalean carcajadas al solcito. Todos los caramelos son más ricos y las rayuelas nadan de vereda en vereda. La sortija es para nosotros una vez y los chichones también, por supuesto.
Al fin y al cabo, de eso estan hechos todos los juegos.
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