Para tener una bici, todos sabemos, hacen falta solo dos cosas. Por un lado, un lápiz con punta y por el otro, un papel preferentemente blanco y con renglones que faciliten la lecto escritura.
Munidos de los elementos descriptos procederemos a escribirle a Papá Noel expresando, palabra más palabra menos, lo siguiente:
Querido Papá Noel:
Quiero una bici
Este deseo puesto en palabras, tal vez imperativo pero contundente, al que llamaremos carta suele quedar colocado en la mesa, como un ala rota o una hojita de sauce muerta. Ese es, creo yo, el mayor problema.
Usted debe tomarla en sus manos, como se alzan las aves heridas. Esto es muy, muy importante. Sus manos son poderosas. No requiere de mística alguna. Millones de estrellas han formado su mano derecha y otro tanto hizo falta para crear su mano izquierda. Concéntrese, entonces. Invoque esa energía sideral que Usted contiene. Venza la boba timidez que lo separa del Universo.
Allí, apretada en sus manos, debe temblar la carta.
Debe temblar la tierra.
Debe temblar el cielo.
Y las bicis, es sabido, tarde o temprano aparecen. Las escuelas se llenan de mariposas. Los niños pedalean carcajadas al solcito. Todos los caramelos son más ricos y las rayuelas nadan de vereda en vereda. La sortija es para nosotros una vez y los chichones también, por supuesto.
Al fin y al cabo, de eso estan hechos todos los juegos.
Hay que soñar, pero a condición de creer seriamente en nuestro sueño, de examinar con atención la vida real, de confrontar nuestras observaciones con nuestro sueño, de realizar escrupulosamente nuestra fantasía. (LENIN).
domingo, 15 de febrero de 2015
martes, 10 de febrero de 2015
El abrazo partido
No va a saber acariciarte.
Esfuerzo perimido de sus manos.
No se va a enredar en tu saliva,
tu risa tonta, borracha de cielo.
Hipérbole sacrílega y revolucionaria
tu sonrisa de orgasmo.
No va a escuchar con la imaginación
en el poder a los barcos,
o los indios
o cualquier cuento siempre sin moraleja
ni punto final.
No te va a abrazar después del amor
como si la última lluvia de aire del mundo
jugase al gallito ciego en tu beso
y tu suspiro,
vital arrullo de un sueño prohibido
entre abrazos que se duermen
y se tropiezan torpes
y se tocan todo el tiempo
porque lo irreal está ahí.
En el río de tu mano
y esa electricidad que no tienen sus dedos.
No.
No la tienen.
Vos y yo sabemos que no.
Cómo desandaras hoy
tu paisaje sin colores.
Esfuerzo perimido de sus manos.
No se va a enredar en tu saliva,
tu risa tonta, borracha de cielo.
Hipérbole sacrílega y revolucionaria
tu sonrisa de orgasmo.
No va a escuchar con la imaginación
en el poder a los barcos,
o los indios
o cualquier cuento siempre sin moraleja
ni punto final.
No te va a abrazar después del amor
como si la última lluvia de aire del mundo
jugase al gallito ciego en tu beso
y tu suspiro,
vital arrullo de un sueño prohibido
entre abrazos que se duermen
y se tropiezan torpes
y se tocan todo el tiempo
porque lo irreal está ahí.
En el río de tu mano
y esa electricidad que no tienen sus dedos.
No.
No la tienen.
Vos y yo sabemos que no.
Cómo desandaras hoy
tu paisaje sin colores.
domingo, 8 de febrero de 2015
Horizonte de sucesos
tu pie, la palma de tu mano.
Antes del tiempo de los tiempos
tu boca estaba muerta.
Muertas tus aves y la luz,
latido áspero que llena lo no dicho.
Cuánta indignidad
acaricia este vacío.
Lo que no será,
lo que resueltamente solo fue palabra.
Tristeza en vaso de agua,
absurdo sacrilegio.
Fortuito.
Furibundo.
Fortuito.
Furibundo.
Acecho de gorrión.
Tu pasión, olvidada en que bolsillo,
boquita ahogada
dejándose ahogar
sin pataleos.
Te vas a enamorar de otra
mina sin sol.
A quién le importa
la verdad en el otoño.
Fuego silencioso,
colibrí de la savia.
Amanece apagado
el sol entre tus dedos.
el sol entre tus dedos.
Criatura inútil.
Habrá que echarse a rodar,
lejos del frío de mi sombra.
Tus besos.
Tu mano amiga.
Tu risa.
Un listado insoportable
reitera sin apuro
la certeza de tu ausencia
que aún no ha comenzado.
Y ya no se demora
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