Ponele que no estas,
que todo es cierto.
Ponele que en serio
nunca vino la ambulancia.
Ponele que no te reís,
que no me miras miope
ni te vestis de rosa furioso.
Ponele que tu abrazo
se haya partido
y tu voz casi agotadora
no repite mi nombre.
Ponele que de verdad
no vas a llamar nunca,
que realmente no importa
cuánto perfume a canelones
haya en la casa.
Esta casa.
La que no conociste.
La que no existe
ahora mismo
solo porque jamás
te contuvo.
Ponele que lo vivido
quede siempre
con sabor a poco,
a que había ganas de más.
Y había tiempo.
Y una ambulancia infame
que no llegará nunca.
Y un silencio derrotado.
Y el fastidio
de tu ausencia.
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