martes, 10 de abril de 2007

Alias Davinci

A David, maquinista del tren de los ojos de sapo y las tripas de mosca



"te perdono el daño que me has hecho, pero ¿como te voy a
poder perdonar el daño que te has hecho a ti mismo?" (Nietzsche)


Yo conocí un hombre que nació gota de lluvia y fue prisma de la luz de la luna, convirtiendo todo en colores que nada tenían que envidiarle al arco iris. Tuve la oportunidad de abrazar su cintura, caminar de su mano, reír en su hombro y llorar en sus brazos. Pude saber cómo era su cara cuando componía canciones, poemas y tortas fritas. Me dejó ser pequeña obligándome a ser inmensa y omnipotente. Acomodó la cabeza en mi pecho cuando la policía se cargó a su mejor amigo, a su hermano de la infancia. Aprendió a abrazarme más fuerte desmitificando al pánico y administrando el Rivotril. Se guardó en la retina la última imagen de mi viejo, su último “Hola” que resultó ser chau.
El muchacho de barrio obrero que leía a Sartre en los recreos de una escuelita más pobre que él. El mismo que componía canciones de amores infructuosos o desengañados, triste y solo. Fundamentalmente solo. Se cargó la pechera del Polo Obrero y leyó casi todo “El origen de la familia…”. Le cambió los pañales a un hijo que no era suyo, pero hizo “como que” y aprendió a cocinar, a lavar ropa, a levantarse a la madrugada para entrar en una fábrica. Caminamos la General Paz con zapatillas rotas tanto como comimos hasta reventar en un tenedor libre para después caminar todas las librerías de Corrientes y llegar exhaustos y emocionados a pelear por leer los “nuevos” libros.
Un día se quedó a dormir y nos gustó tanto despertarnos juntos que ahí nomás buscamos departamento. El presupuesto alcanzó para alquilar una piecita de 3 x 2 que pintamos de azul y llenamos de fotos y dibujos; velas y sahumerios; mates y guisos; besos entre los tres (para que Tiago dejará de golpearlo un poco) y otros que eran prohibidos para menores. Fueron estos besos los que engendraron a Eleonora que nos llenó de miedo y emoción. Las casas que supimos habitar (tres contando la piecita) siempre tuvieron el gustito particular de los lugares donde la gente se quiere mucho, donde el amigo y el vino se reciben con brazos abiertos.
Un día supimos que se nos estaba escurriendo el amor por alguna rajadura. No hubo forma de saber con exactitud donde carajo filtraba tanta rutina, tanta desidia, tanto frío. Y mientras yo creía encontrar el agujero por donde se iba la ternura, él estaba convencido que no era ahí sino del otro lado. Entonces, cada uno se quedó concentrado en tapar rajaduras opuestas.
Inútiles.
Sería mentira decir que he dejado de creer en el amor. El hecho de haberme separado del hombre que más amé y padecí no es una razón para ponerle la tapa a esa sensación tan linda que es suspirar porque sí, con la nostalgia del último beso y el ansia del próximo. Pero también es cierto que yo me siento menos yo. Que me falta un costado, que levanto la vista después de leer un cuento de Cortázar y me encuentro con la impávida jeta de la perra de mi tía. Que tomo mate dulce. Que ya no como tortas fritas y los tés me salen fríos.
Ya nadie se ríe cuando digo “Calandria”.

3 comentarios:

la Harych dijo...

ay Negra que triste! y a la vez que sano! es que el amor tanto como cuando se dice del amigo que se va...también deja un espacio vacío...tanto que parece más grande porque le entran tantos tantos recuerdos ¿no?

Anónimo dijo...

Si, así me gusta más tu blog, mucho más, cuando destilás toda esa belleza que hay en vos y que me lleva a preguntarme por qué carajo no puedo escribir yo, que soy escriba, cosas tan lindas, sentidas, pasionales y emocionantes como las que vos escribís... Será porque soy un señor sensato? Será porque se me ha esmerilado el alma? No lo creo, porque hasta me duele tu separación (supongo que es como todas, como la/s mía/s y la de la chica de al lado que chatea con otro muchado en la China); es que describís tan bien y sencillamente lo que uno puede llegar a sentir (a mí me llevaría una novela entera esa sola "anécdota"). Será tu locura? Voy a volver más seguido, aunque no me provoque ninguna gracia tu "calandria" y aunque tu locura me produzca tanto placer –cuando está todo bien– como repeluz –cuando está todo mal–. Conclusión: David es el único tipo sinceramente sensible (Dolina dixit) que conozco...

María Negro dijo...

Haber amado para comprender. Y no importa cuantas carillas precise un escritor para poner en letras lo que no dijo, importa sacarlas de uno para que no se pudran. Allí, cómo diría la Harych, reside lo sano de la cuestión. Seguir creciendo. Seguir creyendo.
Y a vos, "decidor de Blog", te encantaría ser un gran refutador de leyendas. Pero yo te "garanto" (Dolina dixit) que no es menos sensible todo aquel que aún cree en Papá Noel y en las Brujas del Oeste.