La marea alta de hombres pelotudos convencidos que la penetración de una vagina se asemeja al movimiento uniforme del pistón de un auto tiene un basamento cultural que debemos empeñarnos en sepultar: La mujer como objeto sexual para que el hombre descargue sobre ella (o dentro de ella) su “pulsión”. Nos es negado socialmente la “igualdad” de deseo y, por consiguiente, de realización del mismo. Si no necesitamos del sexo más que para reproducirnos, no necesitamos conocer nuestros cuerpos que es la mejor forma de orientar a nuestros compañeros (cotidianos y eventuales) para que el placer sea mutuo y correspondido. ”Ante la duda, finge” parece ser el adagio con el cual pretenden que caminemos los complejos senderos de la sexualidad femenina. Aunque se han puesto de moda (en radio, tv, revistas, etc) los consultorios sexológicos, no se trasluce la información en aprendizaje. Y esto tiene que ver con que la diferencia entre la informanción per se y el aprendizaje reside en la educación. No es, precisamente, un estandarte de este ni de ningún gobierno recitador del Te Deum la educación sexual en las escuelas primarias y secundarias. Allí donde las mujeres debieran aprender que tiene el derecho (y la sana responsabilidad) de explorar su cuerpo, gozar con ellas mismas, conocer el placer sin la exclusiva participación de otro/a. Allí donde los hombres deberían aprender que la mujer ninfómana es la que tiene más sexo que uno, que somos nosotras las que tenemos la capacidad de gestar y eso nos vuelve sexualmente vulnerables pero no inferiores, no inhibidas de deseo.
Lejos de eso, la escuela apenas si atina a explicar (a grandes rasgos) cómo se coloca una toallita con alas y, en el más progresivo de los programas de estudio, cómo se coloca un preservativo.
Nada dicen del poder de decisión que tiene cada mujer sobre su sexo. Nada dicen de la posibilidad de decidir continuar o no un embarazo. Nada dicen de la responsabilidad biólogica de conocer cómo funciona nuestro cuerpo.Y no es responsabilidad de los docentes, acá estamos sacandole la careta a la iglesia gestadora de curas violadores de pibes, al gobierno de las señoras que abortan en una clínica con todas las condiciones de salubridad habidas y por haber.
Y se mueren más de 400 mujeres por año por abortos caseros.
Y le pegan un tiro en la nuca a Carlos Fuentealba mientras cagan a palos a cientos de maestros en Neuquén, Salta y Santa Cruz por salir a la calle a pelear un salario digno y una educación del siglo XXI, pública, gratuita y laica.
Nuestro derecho es sobre nosotras mismas. Esto que parece una verdad de Perogrullo, es la base sobre la cual se han desarrollado las grandes luchas de las mujeres en el último siglo. Porque nuestro derecho a gozar es nuestro derecho a masturbarnos. Porque nuestro derecho a gozar es nuestro derecho a la anticoncepción gratuita. Porque nuestro derecho a abortar gratuitamente es nuestro derecho a parir. Porque nuestro derecho a parir es nuestro derecho a una vivienda, a un trabajo de 8 horas que nos permita pasar tiempo con nuestros hijos, a un salario digno para mantener a nuestra familia. Porque nuestro derecho a decidir es nuestro derecho de salir a reclamar lo que hayamos decidido. El derecho a la vida y al placer que ella nos brinda.
Sin prejuicios y con las dos manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario