¡Como le gustaba a la abuela cantar zamba! Después del segundo vasito de vino. Tinto, blanco o rosado. "No es para pintar", decía y nos reíamos todos. Entonces la abuela arrancaba bajito con Perfume de carnaval y el tío Cacho salía corriendo a buscarle la guitarra a Dany y el bombo para él. Pero a la abuela no parecía importarle el movimiento familiar que generaba su voz pequeña. Seguía cantando bajito, como rezando. Y nosotros bobos, la escuchábamos sentados y tranquilos como en el sueño de toda madre.
Hasta que casi siempre el tío Arturo o mi papá arrancaban la zamba a voz en cuello de tinto y ya no daban ganas de quedarse a oir ese concierto paradojal donde la damajuana se vaciaba a medida que la tarde se llenaba de música y guitarra.
Ezequiel fue el primero en levantarse y salir al patio a patear la pelota. Los demás lo seguimos de aburridos y aprovechando para escapar de la mirada adulta un rato largo. Nos veíamos muy poco. En esa época, como en esta y tal vez en todas, viajar de norte a sur era caro para toda una familia. Tres colectivos y un tren, horas de transporte público con sus respectivas esperas no demoraban mucho en sacar de las casillas a dos chicos que ya tenían sed, hambre y ganas de hacer caca desde que bajaron del Roca. Por eso las tardes de zamba se exprimían hasta la noche. Así era el reencuentro y el vino. Las ganas de no soltarse.
Ezequiel jugaba a la pelota en el patio. Todos los varones se le fueron al humo.
Las nenas nos sentamos en la hamaca, Naty me miró con desprecio y se acomodó cerca de mi oido
- ¿Vos sabés que es un terrorista?
Sospecho que mi cara de idiota fue toda una respuesta.
- Son asesinos de nenas como vos
- ¿Y porqué me van a matar?
- Porque tu papá es militar y defiende la patria
- El tuyo también
- Si, pero mi papá sabe que se hace con los terroristas
- ¿Y qué se hace con los terroristas?
- ¡Se los llevan! ¿Para qué los queremos? Se los llevan a lugares secretos porque si vienen los amigos ponen una bomba y nos matan a todos
- ¿Y porqué nos van a matar a todos?
- Sos una estúpida
La tía Lily salió a sacudir el mantel y me vió llorando contra el árbol. Naty me había aturdido con un sopapo para premiar mi estupidez. ¿Porqué alguien querría matarme? Le conté todo a la tía. De los terroristas, de los asesinos, de los lugares secretos. La zamba se oía lejana y desafinada. La abuela dormía la siesta y mamá lavaba los platos.
La tía se acercó a mi cara y me secó las lágrimas con un repasador. Sonriéndome sin pestañear me pidió aquello que oiría por primera vez después de la palabra terrorista.
- Si, mi amor. Van a matarnos porque no quieren a la patria. Se disfrazan de cualquier cosa para perseguirnos. Por ejemplo, tu amiga del cole, esa que escribe cosas raras en el cuaderno, seguro se las dice el padre, no? Pero vos que sos una nena buena, contale a la tía de que trabaja el papá de tu amiguita. Dale, contale a la tía
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