Que no te
hayan encantado mis hechizos,
que el
esmero por sorprenderte
solo haya
sido magia vulgar,
mediocre.
Evidente.
Que pena
que siempre los chistes
fueran tan
malos
o a
destiempo.
Que estirar
los brazos para
acariciarte
solo fuera
a tirar el
vino en tu mantel nuevo.
Y mil
disculpas.
Mil
disculpas por no haber alcanzado
los
paisajes que te hacian falta.
Mil
disculpas por no haber estado
a la altura
de tus montañas,
de tu
inmensa mirada.
De tu pobre
persona.
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