Cuando camina el desierto, Principito,
usted no sabe que tristeza se le nota.
Hay algo en su andar que conmueve,
un aleteo de pájaros como motor en los pies,
la canción siempre en el borde de los labios.
Para mi que de cansado usted se acercó
de esta manera amiga, compañera, embaucadora.
Usted se puso tan alto ante mis ojos,
deslumbrante, sideral, inmenso.
Usted me convenció a sonrisas
que bordaba el alma con
lo mejor del laberinto.
Usted beso mi boca desesperadamente
para apartarme con sabor a derrota,
a mieles secas.
Usted perversamente me declaro su aprecio,
su afrenta, su deferencia,
su completa falta de amor,
de nada.
De todo.
Usted se fue sin mirar atrás
ni al paisaje.
Usted en el silencio.
Sin dolores.
Sin olvidos.
Sin una gota de sangre, Principito
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