lunes, 8 de octubre de 2012

Dale, Dios


"...Que olviden, que olviden: yo no olvido; 
que perdonen, que perdonen: 
yo no puedo perdonar la muerte agria de mis días"
(Pedro Casariego)



Dale, Dios, decime que es joda. Hubo un error, fijate bien. El tiempo pasa y ya no llama. No reclama. No me cuenta boludeces.
Dale, Dios. Si eras en lo único que creía. Hasta le hablabas al oído andá a saber que presagios, que místicas revelaciones. Vos la viste confiada, segura. Inmensa como siempre. Ocupando todos los espacios, hasta los que no le eran dados. Todos eran de ella, porque ella era así. Hurgaba en los cajones de la memoria,  a su favor, por supuesto. Y sacaba de la galera tu nombre siempre acompañando un poco de paz en su vida de mierda. En su corta vida de mierda.
Dale, Dios. Dónde carajo estabas? Si se cansó de llamarte aunque el teléfono no le andaba. Y te llamó hasta con las frazadas, en señales de humo desesperantes cuando la vida se le volvía hilo, un barrilete a la espera de la tormenta, una nada misma. Y te llamó con los ojitos cerrados aunque estaban abiertos, porque sus ojos eran chiquitos. Porque despacito repetía "Dale, Dios" Dale, Dios, que momento de mierda elegiste para demostrarle que no estabas. Que sos sordo, ciego y mudo lo que es lo mismo que ser un hijo de puta, un perverso de mierda.
O teníamos razón. Y en verdad, no existías. Y es tan triste por ella que te queda chico el llanto.
Tiene que ser mentira, Dios. Dale.
Despertame despacio, con un mate caliente, hirviendo y con demasiada azúcar para decirme que te llamó tu amiga porque se peleó con el novio otra vez pero lo vió a Juan Carlos y preguntó por vos.
Seguro que te extraña

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