La naturaleza muchas veces se niega a darnos cosas simples, ese tipo de cosas que vienen con el paquete de viaje. Dos ojos, dos manos, un aparato reproductor efectivo. Pero no, no todos podemos ser padres. Aún cuando el amor nos empuja hasta límites inexplorados de ternura, de pasión, de rigurosa medición de la temperatura vaginal, ejercicio yoguistico, eyaculaciones envidiables. Y todo con el único fin de hacerla feliz, pero los años arrastran esperanzas vanas, guita tirada en test de embarazo y una virilidad que comienza a corromperse, a roer los bordes de las mantas, sembrando menstruaciones lacrimógenas, inconsolables.
Así llegamos hasta la clínica que nos recomendaron, cansados y aburridos de cojernos para procrearnos. Ella habló primero, lloro, explicó a media voz circunstancias que el médico habría oído un centenar de veces. Sus palabras fueron alentadoras, el 80% de los casos era debido a condicionamientos psicológicos. Sin sospechar que formábamos parte del otro 20%, comenzaría para mi una sucesión de interminables espermogramas de los cuales uno de ellos se ha ganado el relato.
Los espermatozoides pueden vivir 48 hs entre los ácidos del útero a la espera del ovulo, pero fuera de él sobreviven solo una hora. Esto me obligaba a realizar la muestra en las instalaciones de la clínica. Aprendí a masturbarme mecánicamente, sin fantasías, sin incentivos externos. Como el acto de pestañear, la mano se movía ritmicamente sobre el sexo, con un compás rutinario, casi inconexo con el placer. Una paja dialéctica y horrible.
Nos vamos acercando al panorama, y podemos adentrarnos si la secretaria nos informa que el baño privado se encuentra clausurado. Mil disculpas, pero hoy solo cuenta con el sanitario del servicio, el que comparten enfermeras y profesionales. Por aquí, por favor. Le dejo la llave. Muchas gracias.
Prendí la luz y cerré la puerta con la espalda apretando los ojos, harto, triste, humillado. No bastaba con que todos supieran que iba a masturbarme sino que podía oírlos, escuchar sus inescrupulosos comentarios, una carcajada ahogada de una mujer joven, pasos ligeros rozando el picaporte. Abrir los ojos fue casi un error, frente a mi un inodoro, a solo tres pasos. Un lavamos pegado al codo y he aquí el baño mas comprimido del universo.
Gire sobre mis pies y lo intente sentado, pero no pude. La mano ordenaba y la pija respondía. Pero nada "Eppur si muove" pensé, observando la escena como de lejos, con los ojos de un Galileo que se niega a ser derrotado. La boca del frasco estéril aguardando expectante. Casi. Me paré contra el lavamos, apoyándome en él. Un poco mas. La puerta se abrió tímidamente. Intente taparme, pero sus ojos negros inmensos ya estaban ahí. Las piernas se aflojaron y sentí el calor, una corriente en la médula, sus ojos negros clavados en los míos sin movimiento, el tiempo detenido en su mirada.
Avanzo sin quitarme la vista, mojándose los labios.
Con esto es suficiente, dijo, mientras me quitaba el frasco para cerrarlo.
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