Estoy segura que nos conocemos de antes.
No se de dónde, ni de que tiempo.
Es tan relativo el tiempo cuando se trata de ellos.
Escapan a los minutos físicos y los estiran de las patas, como ranas a las que hay que diseccionar.
Abstraer de ellas lo más entrañable y profundo.
Y los meses son años donde transcurren las gripes, los velorios, la menstruación, alguna tormenta y una buena película, un poco de mocos, caramelos, calesitas. También silencios.
Nos conocemos hace muchísimos años. Estoy segura. Ellos saben cómo tratar cada nana de mi persona. Tienen las respuestas exactas, las esperadas, las inesperadas. Las tardes se parecen a las tardes que soñé, que viví con ellos en algún momento, en algún retazo.
Nos conocemos. Lo sabemos. No nos incomoda. Aprendimos a reírnos si recojo la pelota en el lugar donde Julio va a tirarla en el momento preciso en que Frida estornuda. Y lo sabemos.
Dormida puedo despertar a Julio de sus pesadillas. Lo despierto y lo abrazo (dormida) y él se consuela y descansamos (de nuevo).
Amarnos es natural e inevitable.
Y bello.
Fundamentalmente bello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario