lunes, 10 de noviembre de 2008

Morir en la escuela

Desde que soy madre me conmueven aún más aquellas tragedias que le ocurren a los niños de la misma edad de mis hijos (8 y 3 años). La muerte de Facundo me causó espanto, el espanto de sentir que mi chiquito de 8 años podía morir. Que una criatura de 8 años puede morir.

Lo espantoso de todo esto es su carácter de “accidental” cuándo para la medicina moderna el término “accidente” ya no existe. Lo que llamamos accidente no es más que una serie de sucesos evitables que conllevan a una situación trágica. Serie de sucesos evitables. Esto quiere decir que la muerte de Facundo era completamente evitable. No hay desgracias ni mandatos divinos en ella. Un inodoro rajado y la desidia de quienes deben proteger a nuestros hijos cuándo ponemos su vidita en esas manos. No es solamente la educación de ellos, sino su propia vida que (como la de cualquier mortal) es frágil y vulnerable. No nos pueden decir ahora los dueños del colegio, ni el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires que las responsabilidades le caben a algún docente cuándo hasta los mismos padres reclamaban que la propia actividad recreativa de la cual Facundo estaba participando no contaba con la suficiente cantidad de docentes especializados y recibidos a cargo de ella. Y yo pregunto, cuántos alumnos quedan bajo la responsabilidad de un docente cuándo la inspección escolar contempla clases con 30 o más alumnos porque el “espacio físico del aula asi lo permite”? Cómo se mide la “responsabilidad civil” cuándo se dictan clases con los baños destrozados, con los techos a punto de caerse, con las puertas llenas de vidrios que son un elemento lo suficientemente cortante?

No existe en la Provincia un buen control de estos “posibles accidentes” porque no existe una genuina preocupación por la vida de nuestros hijos. Cuándo reclaman extender el crónograma escolar hasta fechas irrisorias están mostrando la perfídia que esconde su gran preocupación: Ya no estamos hablando de bajos salarios por los cuales los docentes salen a la lucha; los maestros nos están diciendo a los padres y a toda la comunidad que la vida de nuestros hijos esta corriendo riesgo en aquel lugar donde naturalmente uno supone que estarían más cuidados: Sus propios colegios.

Hoy que todos seguimos con atención el juicio por Cromagnon esperando que se haga justicia por esos 194 chicos muertos deberíamos reflexionar si lo que más nos ha conmovido de este desastre no es la cantidad numérica de cuerpos apilados. Porque las escuelas están convirtiendose en un lento Cromagnon dónde comienzan a desangrarse chicos de 8 años que solo estaban jugando.

Hacen falta 194 criaturas muertas para conmovernos?

Facundo fue asesinado por quienes deben proteger y cuidar las condiciones minimas para que cualquier establecimiento funcione con normalidad y sin riesgos mortales. Su muerte tiene responsables que van desde los inspectores escolares hasta el Ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires y su responsable directo el Gobernador Daniel Scioli.

Otra vez la falta de inspecciones se ha cobrado una vida. Tan parecido a Cromagnon pero Facundo es uno solito. Tenía 8 años, como mi hijo. Ni sus padres, ni ustedes ni yo deseamos que nos devuelvan un cajón a la hora de retirar a nuestros hijos de la escuela.

Es hora de que comencemos a hacer algo al respecto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y para quien conoce los entretelones de las escuelas..otra ves le echaron la culpa la portero por "no avisar". Puaj...cuantas veces se avisa sin obtener respuestas!!!