Otra vez en la barra acodado, pero de pie
para escribir y renacer en el arte de recomenzar
que es respirar entre sorbo y sorbo
atado al beso anterior, sí
pero saboreando (ya) el después.
Mientras tanto:
Por favor te pido otra negra.
Ezequiel Wolf apunta alto. Dice desde el título de su libro
nomas, una incomodidad. Mientras Tanto. No dice ahora, ayer o mañana. No hay
punto de partida ni de llegada, todo es el pasaje, el puente. Atemporal lo
suyo, en épocas donde lo único que se reclama a gritos es el equilibrio de dos
puntos: inicio y fin, y a cantarle a Magoya por lo que quede en el medio.
El medio, para Ezequiel, es la palabra. La palabra escrita o
hablada en radio, la palabra como anzuelo y pez, como poesía y como aullido
sordo. Sabe Ezequiel que, precisamente por ese poder que le damos a la palabra,
la transformamos en la mentira que mejor nos abrigue. Y no es eso lo que él
quiere. No es muchacho de mentiras. Entonces va el poeta y le arranca cualquier
vestido a las letras, las desnuda, las deja entre paréntesis o sueltas,
desparramadas en un papel grueso o en el aire. Lo suyo es ver cómo le cae la
ropa a los verbos, qué hacen ahora sin saco ni tapaditos cuando el amor, el
desamor, el encuentro, los reflejos ficticios del deseo quedan a tientas,
manitos cóncavas y convexas, desamparadas de estupidez.
No hay una historia sola en “Mientras tanto”, porque eso
también sería un abono al artificio. De un punto a otro del recorrido, Ezequiel
elige todos los puntos, todas las posibilidades, todos los cuerpos, todos los
sexos, todos los latidos, toda la vida para contarla y (des)contarla en tantas
posibilidades le pueda encontrar el poetanarradoratrevido que se mueve, fluye,
se detiene, observa y escribe. Escribe. Escribe. (Re)escribe. Abre la poesía en
busca de su médula, fluye en la narrativa como quien nada en formas nuevas,
propias, distintas.
“Resucitar es aprender a volar”, dice.
Cerca de las alas del muchacho Wolf, tal vez, podamos
resistir el combate abierto que nos empuja de “acá” hasta “allá”, de un
comienzo al letargo, de un vaso vacío a la botella. La magia ocurre en el Mientras
Tanto, ahora más claro que nunca.
Había que ser poeta, ya lo dijo Rimbaud, para ejercer, como hace Ezequiel, la
delicada tarea de la videncia.
María Negro
Mientras Tanto (2019)
Ezequiel Wolf
Editorial Indómita Luz
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