
Es esa impresión de eternidad la que se estrella con el orgasmo. Explota. Se permite la muerte. El temor más primitivo esta vencido un instante. Que instante...
Y todo esto ocurre, casi siempre. Porque alguna otra vez uno encima esta enamorado.
La magia del amor consiste en impedir cualquier explicación con ella. Ocurre y cuando sucede todo lo descripto es solo la entrada del laberinto. La belleza del juego, irresistible para cualquiera con dos dedos de frente.
En ese tiempo, en ese momento dilatado de la vida, en esa posibilidad de unión tal que hasta los sexos se desesperan por encajar de todas las formas posibles, en esos besos; en los besos como puentes de esas otras impresiones que se llevan puesta a la física, a la matemática, a la realidad.
La poesía se rinde a los pies del sexo. El arte se rinde ante la belleza del sexo. Nosotros, piadosos benefactores de nuestras neuronas, nos rendimos ante la inmensidad del sexo.
Solo un régimen podrido, muerto de cualquier rasgo humano puede ponerle precio.
Solo un estado proxeneta puede amparar a esos seres inadjetivables que secuestran mujeres para comerciarlas sexualmente.
Para lucrar con lo que debería ser la belleza en saliva.
Como un cuento de horror, el ser humano como tal canibaliza su especie.
Aniquila la vida de aquella que no puede leer esto que escribo, ni niguna otra cosa.
Con el único propósito de ganar dinero.
Dinero.
Necesitamos defender nuestros cuerpos de estas lacras. Hasta el día, no muy lejano, donde les hagamos saber que cada una es todo lo puta que quiere, con quien quiere y cuando quiere.
Aca no hay nada a la venta, papi
2 comentarios:
Excelente!
Ando retrasado en leer tus cosas, pero el contrapunto entre tu himno a la sexualidad y tu crítica al sistema proxeneta es muy lindo.
Publicar un comentario