miércoles, 12 de junio de 2013

La malco...

Entré al bar a las 5. Cuarenta y cinco minutos más tarde. Fede estaba sentado contra las ventanas, la ciudad le aparecía monótona, aburrida de esperarme. Yo lo iba a dejar y supongo que él lo sabía. Hacía dos días que no hablabamos ni contestaba mis mensajes. Así, de la nada. Y este pendejo pelotudo no me iba a sacar canas verdes asi que lo mejor era pegarle una patada y chau pinela, a otra cosa mariposa.
-               Qué haces, Fede. Mirá, quería hablar con vos

Lo miré a los ojos por primera vez desde que había entrado. Estaba sonriendo. Estaba sonriendo como un estúpido al borde de pedirme casamiento.
Junté aire, estaba feliz. Era insufrible que me complicara las cosas así.
-          Fede, yo…
-          Vas a dejarme. Lo sé. Jajaja. Claro que lo se, no me mires así. Sos tan vulgar. No, no,no lo digo por ofenderte sino porque sos vulgar, sos típica. Hace dos días que no te respondo entonces asumis que no me importas o que estoy con otra. Y claro que no te vas a bancar que un pelotudo te abandone entonces vas a abandonarme antes de pensar en sufrir. Antes de exponerte al fracaso o al ridículo que supones andar moqueando por un pajarraco que no esta a la altura de una dama como vos. Mirá si tus amigas se enteran que me querias y que yo no te quiero. Que yo te estoy dejando. Que te vas a cagar, loca de mierda. Que te morís por mi y por eso me condenas a tu abandono. La verdadera condena es seguir estando frente a vos un rato más. Me tomé tres cafés mientras te hacías esperar. Y seguro, no trajiste la billetera porque ibas a dar un portazo dantesco, casi de Shakespeare y dejarme con la misma expresión patética que tenés en la boca.


Se levantó y se fue en el mismo segundo. Las calles de Liniers se llenaron de obreros. No quería mirar al interior del bar hasta que dejara de llorar. Y anda a explicarle al mozo que Fede tenía razón y nunca llevas la billetera…

miércoles, 5 de junio de 2013

Manifiesto de las conchudas


“Las mujeres han servido durante todos
 estos siglos como espejos que poseyeran el
poder de reflejar la figura del hombre a
un tamaño doble del natural”.
Virginia Wolf,


Todo se enaltece cuando aumenta su tamaño, excepto la
concha.
Llamar “conchuda” es como decir “hija de puta” “jodida”.
Una mina de mierda, basicamente.
Nada bueno se espera de la conchuda.
La conchuda es traidora, malvada, resentida. O así nos
han enseñado a ver a nuestro sexo.
Si van a tocarte será en busca de tu conchita.
Si aumenta su tamaño, pues, jugarás del lado de las
malditas.
Si se traspola el aumentativo hasta la palabra pija, ocurre
todo lo contrario.
El pijudo. El poronga. La enorme chota.
Todos ellos son los capos del Universo. Los piolas. Los
que saben lunga como funciona esto: la vida, la literatura,
las almas sensibles, la calle, la física nuclear. Ellos lo saben
to-do.
Ahora, ¿por qué la antítesis social sin disimulo?
¿Por qué el escarnio gratuito al aumento voluminoso de
un sexo u otro?
Creo que la única pretensión de esto es convencernos de
una actitud absurda y machista: conservar nuestro sexo
tan pequeño como se pueda, tan infantil como se pueda,
tan sometido como se pueda.
Si conchuda es la que se va con otro tipo, ¿dónde está la
ofensa?
¿Te fijaste primero si no sos un pelotudo que descuidó los
chiches y se anda quejando que otro nene se puso a jugar?
Ah, no. Claro, la culpa será de la conchuda.
Conchuda es la que hace juicio por alimentos al forro que
se pasea en remis con la misma boluda que terminará
haciéndole juicio por alimentos algún día. Say no more.
Conchuda la que no se deja gritar ni por la policía.
Conchuda la que dice “No te quiero”. Y no miente.
Y no le importa.
Ninguna conchudez nos avergüenza. Ni nuestros períodos
mal humorados ni nuestros embarazos sensibles. Será, en
todo caso, responsable la madre naturaleza.
Un pellizcón en los huevos y ni así entenderías, elefante
trompita.
Nos convencieron de la “belleza” de una vagina pequeña
para imponernos mentes pequeñas, lugares pequeños,
sueños pequeños, decisiones pequeñas.
Ante esta verdad, solo una idea se desprende lógica: En
un conducto pequeño, cualquier astilla es garrocha.
Nos engañaron. Nos quitaron la bandera de la enorme
concha que goza, juzga, elige, pare y se ríe a carcajadas.
Volvamos por ella. Recuperemos la palabra conchuda para
felicitarnos. Para abrazarnos en lo más femenino de
nosotras. Para querer con nuestras fortalezas en toda su
magnitud.
Sin pequeñeces.
Y que se la banquen