Entré al
bar a las 5. Cuarenta y cinco minutos más tarde. Fede estaba sentado contra las
ventanas, la ciudad le aparecía monótona, aburrida de esperarme. Yo lo iba a
dejar y supongo que él lo sabía. Hacía dos días que no hablabamos ni contestaba
mis mensajes. Así, de la nada. Y este pendejo pelotudo no me iba a sacar canas
verdes asi que lo mejor era pegarle una patada y chau pinela, a otra cosa
mariposa.
- Qué
haces, Fede. Mirá, quería hablar con vos
Lo miré a
los ojos por primera vez desde que había entrado. Estaba sonriendo. Estaba
sonriendo como un estúpido al borde de pedirme casamiento.
Junté aire,
estaba feliz. Era insufrible que me complicara las cosas así.
-
Fede,
yo…
-
Vas
a dejarme. Lo sé. Jajaja. Claro que lo se, no me mires así. Sos tan vulgar. No,
no,no lo digo por ofenderte sino porque sos vulgar, sos típica. Hace dos días
que no te respondo entonces asumis que no me importas o que estoy con otra. Y
claro que no te vas a bancar que un pelotudo te abandone entonces vas a
abandonarme antes de pensar en sufrir. Antes de exponerte al fracaso o al
ridículo que supones andar moqueando por un pajarraco que no esta a la altura
de una dama como vos. Mirá si tus amigas se enteran que me querias y que yo no
te quiero. Que yo te estoy dejando. Que te vas a cagar, loca de mierda. Que te
morís por mi y por eso me condenas a tu abandono. La verdadera condena es
seguir estando frente a vos un rato más. Me tomé tres cafés mientras te hacías esperar.
Y seguro, no trajiste la billetera porque ibas a dar un portazo dantesco, casi
de Shakespeare y dejarme con la misma expresión patética que tenés en la boca.
Se levantó
y se fue en el mismo segundo. Las calles de Liniers se llenaron de obreros. No
quería mirar al interior del bar hasta que dejara de llorar. Y anda a explicarle
al mozo que Fede tenía razón y nunca llevas la billetera…