miércoles, 17 de septiembre de 2014

Matemática allá al fondo

Dos de la mañana. Toda la noche mete y saca los discos. Qué le vas a hacer si no hay laburo. La primera vez la pasé mal, che. Un cagazo padre a que aparezca la cana. Pero, ¿cómo? ¿dónde? El Guty juraba que todo arreglado pero viste como son. Una noche aburrida cualquier rati dice vamos a darle al boludo que piratea discos y chau. Y el boludo soy yo, porque el Guty debe sacar sus buenos mangos. Catorce grabadoras de cidis para abastecer dos ferias. Toda la música, todas las películas estrenos subtituladas calidad cine del conurbano pasan por mi mano alguna noche. Que tarea ingrata la mia. Quién carajo sabe que por veinte mangos yo me la paso mete y saca, mete y saca discos. Acá, este no grabó. El otro se trabó. Aquel disco esta sucio y a mi que carajo me importa. El vino esta caliente. Dos y media, madre mía, esto no se pasa más y si sacan otro estreno agarrate porque capaz que el Guty no te deja ni dormir y te llama temprano porque hay que sacar milquinientas copias. Asi lo dice. "Milquinientas copias" urgentes para la feria y yo que soy un pelotudo me agrando y le grito a la vieja "¡Vieja! ¡Me voy que estoy tapado de laburo!" y ella contenta apura el mate y me alcanza las zapatillas limpias como si la buena presencia le importara un corno a alguien en esta cucha donde el Guty me acomoda para que mete y saca, mete y saca, mete y saca discos hasta las ocho de la matina. Eso si, antes de irse me larga veinte mangos como si fueran algo, como si valieran algo. Solo entonces se sube al auto y se vuelve a su casa donde la jermu lo debe esperar con la comida calentita como su beso que tocará ese cuerpito de mierda. Ese cuerpito que si habré cagado a palos en la canchita y ahora porque se hizo amigo del Roque y abrió la feria entonces trajeron las computadoras y en la cuadra creímos que el Guty se había afanado la casa de electrodomésticos, la del Pancho que nos fía a todos. La Ramona corrió llorando a pedirle que no lo afane al Pancho porque le faltaban dos cuotas para terminar la heladera y el Julio le había jurado anoche que después le iba a sacar el lavarropas. Justo anoche que no estaba en pedo. ¡Lloraba la Ramona! Imaginate, lavando a mano la ropa de siete pibes. Agarrada a las computadoras como a los calzones del Julio esa vez que era navidad o año nuevo cuando bailamos en la calle. Pero el Guty hacía fuerza para sacarla de encima con poca paciencia hasta que gritó "¡Salga de acá, vieja de mierda!" y la Ramona se asustó. Porque el único que la puteaba era el marido. El pibe aprovechó el susto y le contó lo del Roque y la feria entonces la Ramona se calmó y le juró que si sabía de alguien sin laburo le iba a avisar, tanto fue así que cuando se cruzó con la vieja en el almacén me dejaron sin escapatoria. La cosa que el Guty me vino a ver con veinte mangos y yo que lo había cagado a palos miles de veces en la canchita, le agarré los veinte mangos y cerré el culo.
Las tres y media. El pelotudo debe haberse hechado un polvo con la rubia. Qué hijo de puta. Y yo mete y saca, mete y saca, mete y saca discos. Podrido de la música y estas películas de mierda donde todo el mundo tiene la cabeza cortada y se ve al de la fila de adelante pasar para el baño. Veinte mangos todas las noches por estas copias. Qué hijo de puta. Pero el Guty era bueno, decí que el vino esta caliente sino estaría rico. Dos puchos me quedan en este embole. Podría dejar grabando discos que si se graban bien o mal me chuparía un huevo y salir hasta el kiosco de la ruta que no cierra. Pero el Guty me mata. Porque él se manda la parte que controla todas las copias él mismo y el Roque lo abraza, le da un fangote de guita y el Guty se va con el auto, con la guita y con la rubia no sin antes largarme los veinte mangos como si cada billete fuera la trompada que quería devolverme en la canchita, a mí, que lo cagaba a palos siempre. Hace frío. Que se vayan a cagar el Guty, el Roque, la rubia y todos los discos. Si me banco la noche, necesito puchos. Hace frío y el Guty debe estar enroscadito con la rubia y su auto. Yo tengo esta bici con el asiento que parece una poronga, pero no voy a ir caminando hasta la ruta. Me pasa algo y la vieja se muere. No son muchas cuadras. El kiosco esta vacío y la mina me larga los tres mangos del vuelto sin mirarme la cara. Es linda. Tiene tetas grandes. Puedo quedarme mirandola porque no le importa. Seguro que si me hubiera visto bajar del auto del Guty me miraba. Las minas solo te miran si sos digno. Ahí te das cuenta. Los ojos de ellas nos dignifican, nos levantan despacito los pies del piso. Despacito hasta quedar en el aire que es el todo de esa sonrisa en unos ojos que no son para mí. Para mí, que meto y saco discos. Que me prendo un pucho apretando con furia esos tres pesos mugrientos que no valen ni una mirada de vuelto. Otra vez el frío. La calle esta sola, pero no tanto. En la esquina, apoyada contra el semáforo, la Flora espera. Siempre espera. Su trabajo es casi ese. La puta y la espera. Ese tiempo entre pija y pija, esa patria de caramelo de menta y petaca. Todo aquello que calme el asco es bienvenido. La veo acomodarse la bombacha. Incómoda. Porque la Flora también es macho. Y ese día en la cancha cuando todavía era el cuatro mezquino del Defensores de Loma, cuando me miró a los ojos y gritó "Soy puto" justo antes que una lluvia de patadas le barriera las costillas y toda la esperanza de aceptación. Igual, todo le importó poco y en unos meses y unas cuantas cagadas más, la Flora era Flora y nos fuimos acostumbrando. Después, pobrecita, la rajaron de la sodería y ahí la tenés, yirando a la Flora. Si dónde carajo le van a dar laburo, ¿en el Maipo? Entre Flora, la calle y yo nacía un perfume a sal inevitable. Flora y yo eramos lo mismo. Su espera o los discos que se meten y se sacan. Su olor a esperma o mis veinte mangos.
Echos de la misma mierda. Mierda entre la mierda. Un poco de pan que desprecia hasta el muerto de hambre. Es esta noche, este dolor que corría solo y que ahora me hermana con vos, Florita. Yo soy el gil de los veinte mangos que las kiosqueras ignoran, vení Florita. Escuchá, escuchá. ¿Sabés que estaba pensando? Que vos y yo somos iguales. No, no soy puto, no te rías. Vos y yo somos como hermanos. No, no estoy en pedo. Bah, un poco porque el vino estaba caliente y me escapé del laburo. Lloro porque vos tenés que entender que somos iguales, Florita. Que soy el puto de uno que duerme con una rubia que huele a florcitas. No, pará, escuchá, porque esa rubia no importa, entendés. Va a salir corriendo cuando al Guty le caiga la cana en un rato nomás. Pero vos no, Flora. Vos siempre vas a levantar la cabeza en la cancha para buscarme y hacer el pase, querida Flora. Vení. Chupala un poco. Me quedan tres mangos nomás, pero te los dejo. Vos y yo sabemos que esta noche todo suma, preciosa. Acá en el barro, todo suma con tal de valer un poco la pena.

martes, 16 de septiembre de 2014

Siesta

Melancolía de vos.
De tu palabra.
Ausencia absurda,
persistente.
Los días plenos de tu ausencia.
Los jazmines
de invierno
que te esperan.
Este calor inútil
que te reclama.
Un momento vacío
donde estaba tu abrazo.
El beso
que no se construirá en tu boca.
Esta patria triste
que me rodea.
Un aire incapaz
al que llamamos vida.

El presagio

Cuando la magia deslumbra halcones
no avanza despacio.
Defiende su escencia y ellos
furibundos, maravillados,
violentos
pero absortos.
Hechizados
por la danza y el fuego.
El juego.
El juego fuego.

No van a volver.
No van a avanzar.
Renacerán entregados
como mariposas.
Con los ojos llenos de niños.
Con las garras llenas de globos.

Pobrecitos.

La manzana en el gusano

"pero la libertad, esa palabra"
Julio Cortázar

Si decido quedarme.
Si me muero.
Si prendo fuego
el camino y el puente.

Si decido quedarme
o relamer tu beso.
Tu boca sucia.
Tu boca que siempre
será mentira.
Que no conoce la verdad.
Que no le importa.

Si decido quedarme.
Si elijo este dolor.
Esta calle.
Este vómito confeso.