viernes, 28 de septiembre de 2012

Y el amor...

Estoy segura que nos conocemos de antes.
No se de dónde, ni de que tiempo.
Es tan relativo el tiempo cuando se trata de ellos.
Escapan a los minutos físicos y los estiran de las patas, como ranas a las que hay que diseccionar.
Abstraer de ellas lo más entrañable y profundo.
Y los meses son años donde transcurren las gripes, los velorios, la menstruación, alguna tormenta y una buena película, un poco de mocos, caramelos, calesitas. También silencios.
Nos conocemos hace muchísimos años. Estoy segura. Ellos saben cómo tratar cada nana de mi persona. Tienen las respuestas exactas, las esperadas, las inesperadas. Las tardes se parecen a las  tardes que soñé, que viví con ellos en algún momento, en algún retazo.
Nos conocemos. Lo sabemos. No nos incomoda. Aprendimos a reírnos si recojo la pelota en el lugar donde Julio va a tirarla en el momento preciso en que Frida estornuda. Y lo sabemos.
Dormida puedo despertar a Julio de sus pesadillas. Lo despierto y lo abrazo (dormida) y él se consuela y descansamos (de nuevo).
Amarnos es natural e inevitable.
Y bello.
Fundamentalmente bello.

martes, 18 de septiembre de 2012

I see crazy people

"...esos hombres sobre los cuales, reconózcanlo,
solo tienen la superioridad que da la fuerza"
(Antonin Artaud)



Así es.
Y Ellos lo saben.
Saben que nos pertenecemos de alguna extraña forma .
Saben que los veo con claridad. Sus pupilas los delatan.
Un aura colorida y somnolienta los deja al descubierto ante mis ojos
.
Ellos, también me ven.
Me buscan en la calle. En las paradas de colectivos. En las guardias de los hospitales. En una multitud de extraños, Ellos, los locos, saben encontrarme. Se sientan a mi lado con cajas de bombones a contarme ese extraño ruido que hace el motor de sus cabezas que, sin embargo, nadie excepto Ellos escucha. Me invitan a saltar la soga en plena Avenida. Provocan tempestades de cariño, inexplicables. Inconsolables.
Saben que los protejo, que soy su ángel guardián. Me reclaman y ya no les huyo.
Acaricio sus cabezas repletas de ternura. Les gruño jeroglíficos para que respeten mis horas de no-ángel. De pueril obrera. Los oigo caminar hacia mis espacios, avanzando en hordas tristísimas. Sojuzgados por una realidad incompresiva que los expulsa, los encierra, los medica. Aunque estas dos últimas afirmaciones sean una sola, tal vez. Y queden para siempre encerrados en la medicina. Buscando pájaros entre los barrotes de una ventana. O un árbol.
Ellos siempre supieron de mi, en cambio yo tardé en reconocerme. Para mí era natural abrazar a un extraño para calmar su llanto, acariciar sus caras y discutir con las autoridades presentes el derecho pleno de llorar en la calle. De mostrar las entrañas al universo cuando no se pueden esconder mas. ¿Por qué habría de ser de otra forma? ¿Qué le pasa a los adultos serios y responsables cuando eligen espetar un dedo índice inquisidor sobre un chiquito perdido en el cuerpo de un señor grande?
Porque Ellos son chiquitos, perdidos, maltratados, dentro de un cuerpo enorme. En una realidad más grande aún. Que los engulle. Que los asusta.

Ellos
Los que se pierden en los bosques encantados del Montes de Oca. Los desalojados del Borda. Los amigos del Alvear.
Ahí dónde un muchachito escuchaba música y se acercó a pedirme un cigarrillo como excusa para susurrarme al oído "No te olvides que este es el único lugar donde el cliente nunca tiene la razón"
Y sonrió.
Una sonrisa de arco iris. Cerrando sus ojos para imaginar otro día de sol. Lejos de tantas rejas. En una calle ancha avanzando las hordas de locos. Pintando a chorros de colores todo lo que se interponga a su paso. Levantando a carcajadas los peones caídos de este ajedrez patético. Empujando los límites de la belleza.
Desafinando roncos "I Will Survive"
Oh, yeah, my darling.
I Know...
I Will Survive

domingo, 9 de septiembre de 2012

La emoción de fingir

No se puede comparar lo que me hizo. No puede abandonarme así, como si nada. Él sabía que yo no iba a decirle la verdad aunque me pusiera carbón bajo las uñas. No iba a lastimarlo diciéndole la verdad. Esos que dicen que la verdad es absoluta, a mi no me parece. La verdad fáctica se desdibuja en las aristas que puede tener cada realidad individual. Así para mi, mis verdades estaban condicionadas a mi realidad. Y la realidad de él era terrible como para llenarla de malas noticias o datos que no iba a interpretar profundamente. Si, si, claro que es cierto que yo me acostaba con Juan. Pero no hubiese entendido en ese momento las verdaderas razones de porque yo me acostaba con Juan. Porque Juan me mimaba, o me compraba un chocolate, me llenaba de besos, cosas tan elementales como intrascendentes porque lo importante es la familia, claro, pero a nadie le importó si a mi me hacia falta un beso, una caricia, una sonrisa. Entonces le fueron con no se que chisme y naturalmente se armo la podrida. En cuanto le vi los ojos creí que iba a pegarme o a matarme, y supe que no iba a poder manejar la verdad. Si le subía la presión, nadie me iba a ayudar a levantarlo y llevarlo hasta un hospital. Furioso y acalorado gritaba palabras inconexas que rebotaban en mis oídos, en las paredes, en cada sentido del cuerpo. Buscó a tientas el machete bajo mi mirada incrédula. No, mi amor, no me acosté con Juan. Te mintieron. Una lágrima le temblaba en los ojos, trémula, indecisa. Si hablaran los ojos. Si hablaran.
Se decidió a dejarla caer, sintiendo como rodaba y se desprendía de su cara para estrellarse contra el borde de la zapatilla.
Levantó la vista para dejarme ver tanta tristeza. Y luego la nada, su cuerpo desplomado, una ambulancia que no llegaría nunca, grité su nombre, sacudí su cuerpo esperando una respuesta, poder decirle que siempre lo había amado, que no me dejara sola. Que por favor, no me dejara tan sola...

sábado, 1 de septiembre de 2012

Y sin embargo se mueve...

La naturaleza muchas veces se niega a darnos cosas simples, ese tipo de cosas que vienen con el paquete de viaje. Dos ojos, dos manos, un aparato reproductor efectivo. Pero no, no todos podemos ser padres. Aún cuando el amor nos empuja hasta límites inexplorados de ternura, de pasión, de rigurosa medición de la temperatura vaginal, ejercicio yoguistico, eyaculaciones envidiables. Y todo con el único fin de hacerla feliz, pero los años arrastran esperanzas vanas, guita tirada en test de embarazo y una virilidad que comienza a corromperse, a roer los bordes de las mantas, sembrando menstruaciones lacrimógenas, inconsolables.
Así  llegamos hasta la clínica que nos recomendaron, cansados y aburridos de cojernos para procrearnos. Ella habló primero, lloro, explicó a media voz circunstancias que el médico habría oído un centenar de veces.  Sus palabras fueron alentadoras, el 80% de los casos era debido a condicionamientos psicológicos. Sin sospechar que formábamos parte del otro 20%, comenzaría para mi una sucesión de interminables espermogramas de los cuales uno de ellos se ha ganado el relato.

Los espermatozoides pueden vivir 48 hs entre los ácidos del útero a la espera del ovulo, pero fuera de él sobreviven solo una hora. Esto me obligaba a realizar la muestra en las instalaciones de la clínica. Aprendí a masturbarme mecánicamente, sin fantasías, sin incentivos externos. Como el acto de pestañear, la mano se movía ritmicamente sobre el sexo, con un compás rutinario, casi inconexo con el placer. Una paja dialéctica y horrible.
Nos vamos acercando al panorama, y podemos adentrarnos si la secretaria nos informa que el baño privado se encuentra clausurado. Mil disculpas, pero hoy solo cuenta con el sanitario del servicio, el que comparten enfermeras y profesionales. Por aquí, por favor. Le dejo la llave. Muchas gracias.
Prendí la luz y cerré la puerta con la espalda apretando los ojos, harto, triste, humillado. No bastaba con que todos supieran que iba a masturbarme sino que podía oírlos, escuchar sus inescrupulosos comentarios, una carcajada ahogada de una mujer joven, pasos ligeros rozando el picaporte. Abrir los ojos fue casi un error, frente a mi un inodoro, a solo tres pasos. Un lavamos pegado al codo y he aquí el baño mas comprimido del universo.
Gire sobre mis pies y lo intente sentado, pero no pude. La mano ordenaba y la pija respondía. Pero nada "Eppur si muove" pensé, observando la escena como de lejos, con los ojos de un Galileo que se niega a ser derrotado. La boca del frasco estéril aguardando expectante. Casi. Me paré contra el lavamos, apoyándome en él. Un poco mas. La puerta se abrió tímidamente. Intente taparme, pero sus ojos negros inmensos ya estaban ahí. Las piernas se aflojaron y sentí el calor, una corriente en la médula, sus ojos negros clavados en los míos sin movimiento, el tiempo detenido en su mirada.
Avanzo sin quitarme la vista, mojándose los labios.
Con esto es suficiente, dijo, mientras me quitaba el frasco para cerrarlo.