martes, 29 de julio de 2014

Gaza

Ojitos negros.
Pancito de azúcar.
Pequeño gigante,
trinchera del futuro.
Hay esperanza humana
mientras resista Palestina.
Tanto ruido
a derrumbe.
Tanto olor
nauseabundo en tus calles.
Ojitos negros.
Pancito de azúcar.
¿Qué color ven
los niños palestinos?
¿Qué palabra
los salvará este día?
Qué adjetivo
podrá alzarse
contra los bombardeos
para gritar
Asesinos
Cobardes
Genocidas
Hijos de puta.
Si esos ojitos negros
Si ese pancito de azúcar que es tu cuerpo.
Qué palabra
construirá la intifada
que defienda la vida
de los poquitos
niños palestinos
que nos quedan.
A nosotros
A los humanos
Los hijos de la sangre
que miramos los ojos de tu dios
solo para saber
donde mejor
le revoleamos la piedra

Segundo round con tiempo y cigarrillo

Tu sonrisa
Tu tempestad
El dedo chiquito de tu pie
Tu luz
Tu muslo
Tu carcajada
Tu silencio
Tu piso y tu remera
Tu pecho y el latido
Tu sexo
Tu mano húmeda
Tu espalda
Tu luna
Tu boca
Todas las flores que quiero
Tus noches de invierno
Tu sombra
pegada acá.
Justo,
pegada acá

viernes, 18 de julio de 2014

Salgamos de putas

Cuando tenemos sexo cientos de funciones se alteran. El hipotálamo es una fiesta de dopamina, madre del deseo, ese calor particular que eleva la temperatura de la piel más de un grado. Trillones de neuronas se ven activadas por la intensa información de todas nuestras funciones organolépticas. Los sentidos se desbocan. El tacto busca hacer de la humedad su terreno, ese que en cualquier otro momento le incomodaría. Pero todo esta revuelto. O vuelto. Vuelto de este lado del tiempo, un  tiempo que no puede medirse en términos formales. Debe comprenderse desde la relatividad de Einstein, donde la dilatación primera es la del tiempo. El tiempo, que no es más que una variable matemática, al fín logra lo que todo humano desea, dilatarse. Volverlo un poco más lento. El placer que nos da ese eclipse de tiempo, también, aunque no sea conciente, forma parte del placer como un todo. Somos eternos.
Es esa impresión de eternidad la que se estrella con el orgasmo. Explota. Se permite la muerte. El temor más primitivo esta vencido un instante. Que instante...
Y todo esto ocurre, casi siempre. Porque alguna otra vez uno encima esta enamorado.
La magia del amor consiste en impedir cualquier explicación con ella. Ocurre y cuando sucede todo lo descripto es solo la entrada del laberinto. La belleza del juego, irresistible para cualquiera con dos dedos de frente.
En ese tiempo, en ese momento dilatado de la vida, en esa posibilidad de unión tal que hasta los sexos se desesperan por encajar de todas las formas posibles, en esos besos; en los besos como puentes de esas otras impresiones que se llevan puesta a la física, a la matemática, a la realidad.
La poesía se rinde a los pies del sexo. El arte se rinde ante la belleza del sexo. Nosotros, piadosos benefactores de nuestras neuronas, nos rendimos ante la inmensidad del sexo.
Solo un régimen podrido, muerto de cualquier rasgo humano puede ponerle precio.
Solo un estado proxeneta puede amparar a esos seres inadjetivables que secuestran mujeres para comerciarlas sexualmente.
Para lucrar con lo que debería ser la belleza en saliva.
Como un cuento de horror, el ser humano como tal canibaliza su especie.
Aniquila la vida de aquella que no puede leer esto que escribo, ni niguna otra cosa.
Con el único propósito de ganar dinero.
Dinero.
Necesitamos defender nuestros cuerpos de estas lacras. Hasta el día, no muy lejano, donde les hagamos saber que cada una es todo lo puta que quiere, con quien quiere y cuando quiere.
Aca no hay nada a la venta, papi

viernes, 11 de julio de 2014

Donde andaras

"Hoy viene a ser
como la cuarta vez que espero.
Desde que sé
que no vendrás más nunca"
(Silvio Rodriguez - Mariposas)

Porque es de tarde y hace frío.
Porque te extraño.
Obtusamente.
Empecinada.
Tu boca fantasmal
llevándose todo el día
y su miseria.
Su pobre sol
dónde no estabas.

Porque es otoño y llueve a veces.
Porque te extraño.
Absurdamente.
Con la certeza de tu ausencia,
batalla tonta contra el silencio.
La palabra interrumpida
y el camino de montaña.
Todo es la noche 
que se burla.
Todos los juegos.
Todos los tiempos.

Porque no hay duendes ni jazmines.
Porque te extraño.
Violentamente.
Como quién 
corre tras la magia
Sin luz, sin la luz absoluta
de tus ojos.
De tu lengua.
Dónde andaras
tan ciego vos
tan sordo vos
Entre niebla y lloviznas.
Sin estas manos
pesadas de tus besos.
Sin mi risa.
Sin todo esto
que lleva tu nombre,
que contiene tu forma.